27 de noviembre de 2012

Amar en el servicio

Qué bueno tener presente lo que decía la Madre Teresa de Calcuta: “El fruto del amor es el servicio”. Y sin duda debe ser una de las actitudes esenciales de nuestra vida cotidiana, especialmente cuando llegamos a fin de año y donde hemos de pensar en el otro frente a tantas tendencias egoístas que nos rodean. En medio de un sin fín de tareas y actividades que nos ocupa, es bueno que no perdamos de vista la importancia y la necesidad del servicio.  Porque muchas veces sólo pensamos en nosotros, en nuestra comodidad, en nuestras vacaciones, nuestros programas, fiestas y actividades. Solamente una persona generosa con la vida puede mirar el mundo y a los demás con gran afecto. 
Amar y servir son actitudes inseparables. El verdadero servicio nos ayuda a superar el ego. La persona humana es un ser creado para amar y compartir la vida. En este sentido uno descubre su verdadera imagen y auténtica felicidad en el amor y el servicio al prójimo. Cuanto más somos capaces de amar y entregar la vida será mayor la plenitud de la alegría. La verdadera actitud de servicio parte de un compromiso de amor hacia los demás, que se vive en la familia, en cada profesión o actividad que realizamos. 


El servicio es la esencia de la vida del cristiano. El servicio a Dios y a los hombres en Dios, se transforma en camino de plenitud y realización personal. Creo que es lo que nos da la fuerza para seguir dando lo mejor de nosotros en medio de tantas adversidades que se nos presentan. Como nos dice San Pablo el servicio nace del amor, es concreción de ese amor que el Espíritu derrama en nuestros corazones (Rom 5, 5). Amor y servicio están íntimamente unidos en un mismo camino de plenitud y libertad, lo que hace a la persona verdaderamente libre para amar y compartir la vida con generosidad. 
El servicio como opción de vida resulta particularmente importante para todos aquellos que ejercen algún tipo de autoridad. En efecto, todo puesto de mando es un puesto de servicio. El servicio por amor se convierte en dinamismo purificador y transformante de la autoridad, despojándola de la idolatría del poder, tentación tan común y predominante en nuestros días. 
El amor y el servicio también deben ser la base para todo nuestro discernimiento como cristianos. Todos los dones y talentos que Dios nos ha regalado son para compartir y servir a los demás. En este sentido en el amor hacia los demás seremos verdaderos cristianos como dice el mismo Jesús: “En esto conocerán todos que sois discípulos míos: si os tenéis amor los unos a los otros” (Jn 13, 35).
El verdadero ejemplo de servicio tenemos en la persona de nuestra madre María, la que con generosidad aceptó el anuncio del ángel, y aun en medio de las adversidades se hizo la "Sierva del Señor" (Lc 1, 38). Con prontitud se pone en marcha para servir a su pariente Isabel, no sólo con el servicio doméstico sino también a través del servicio evangelizador del anuncio de la Buena Nueva (Lc 1, 39-45). Lo mismo ocurre en las bodas de Caná, donde María también sabe unir a la sencillez del servicio cotidiano la perspectiva evangelizadora que conduce al Señor Jesús, su Hijo, provocando la fe de los primeros discípulos (Jn 2, 11). 
Que la Virgen María, modelo de servicio, nos ayude y anime a vivir una vida entregada al servicio de  nuestro Dios y  nuestros hermanos. Que en este tiempo de adviento que pronto iniciamos seamos personas generosas y solidarias, para servir a nuestros hermanos que tanto necesitan de nosotros. 

P. Juan Rajimon
Misionero del Verbo Divino

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