Qué bueno tener presente lo que decía la Madre Teresa de
Calcuta: “El fruto del amor es el servicio”. Y sin duda debe ser una de
las actitudes esenciales de nuestra vida cotidiana, especialmente cuando
llegamos a fin de año y donde hemos de pensar en el otro frente a
tantas tendencias egoístas que nos rodean. En medio de un sin fín de
tareas y actividades que nos ocupa, es bueno que no perdamos de vista la
importancia y la necesidad del servicio. Porque muchas veces sólo
pensamos en nosotros, en nuestra comodidad, en nuestras vacaciones,
nuestros programas, fiestas y actividades. Solamente una persona
generosa con la vida puede mirar el mundo y a los demás con gran
afecto.
Amar y servir son actitudes inseparables. El
verdadero servicio nos ayuda a superar el ego. La persona humana es un
ser creado para amar y compartir la vida. En este sentido uno descubre
su verdadera imagen y auténtica felicidad en el amor y el servicio al
prójimo. Cuanto más somos capaces de amar y entregar la vida será mayor
la plenitud de la alegría. La verdadera actitud de servicio parte de un
compromiso de amor hacia los demás, que se vive en la familia, en cada
profesión o actividad que realizamos.
El servicio es la
esencia de la vida del cristiano. El servicio a Dios y a los hombres en
Dios, se transforma en camino de plenitud y realización personal. Creo
que es lo que nos da la fuerza para seguir dando lo mejor de nosotros en
medio de tantas adversidades que se nos presentan. Como nos dice San
Pablo el servicio nace del amor, es concreción de ese amor que el
Espíritu derrama en nuestros corazones (Rom 5, 5). Amor y servicio están
íntimamente unidos en un mismo camino de plenitud y libertad, lo que
hace a la persona verdaderamente libre para amar y compartir la vida con
generosidad.
El servicio como opción de vida resulta
particularmente importante para todos aquellos que ejercen algún tipo de
autoridad. En efecto, todo puesto de mando es un puesto de servicio. El
servicio por amor se convierte en dinamismo purificador y transformante
de la autoridad, despojándola de la idolatría del poder, tentación tan
común y predominante en nuestros días.
El amor y el servicio
también deben ser la base para todo nuestro discernimiento como
cristianos. Todos los dones y talentos que Dios nos ha regalado son para
compartir y servir a los demás. En este sentido en el amor hacia los
demás seremos verdaderos cristianos como dice el mismo Jesús: “En esto
conocerán todos que sois discípulos míos: si os tenéis amor los unos a
los otros” (Jn 13, 35).
El verdadero ejemplo de servicio
tenemos en la persona de nuestra madre María, la que con generosidad
aceptó el anuncio del ángel, y aun en medio de las adversidades se hizo
la "Sierva del Señor" (Lc 1, 38). Con prontitud se pone en marcha para
servir a su pariente Isabel, no sólo con el servicio doméstico sino
también a través del servicio evangelizador del anuncio de la Buena
Nueva (Lc 1, 39-45). Lo mismo ocurre en las bodas de Caná, donde María
también sabe unir a la sencillez del servicio cotidiano la perspectiva
evangelizadora que conduce al Señor Jesús, su Hijo, provocando la fe de
los primeros discípulos (Jn 2, 11).
Que la Virgen María,
modelo de servicio, nos ayude y anime a vivir una vida entregada al
servicio de nuestro Dios y nuestros hermanos. Que en este tiempo de
adviento que pronto iniciamos seamos personas generosas y solidarias,
para servir a nuestros hermanos que tanto necesitan de nosotros.
P. Juan Rajimon
Misionero del Verbo Divino
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