29 de enero de 2013

Mi lugar será aquel en donde Dios me quiera”

El 29 de enero celebramos la fiesta de San José Freinademetz, primer misionero del Verbo Divino que evangelizara los pueblos Chinos en 1879, donde realizó una labor misionera hasta su muerte. Este misionero que fuera elevado a los altares, supo descubrir y amar profundamente la grandeza de la cultura del pueblo al que había sido enviado. Dedicó su vida a anunciar el Evangelio, mensaje del Amor de Dios a la humanidad, y a encarnar ese amor en la comunión de comunidades cristianas chinas. Animó a esas comunidades a abrirse en solidaridad con el resto del pueblo chino. Su vida entera fue un verdadero testimonio del que fuera su lema: “El único idioma que todos entienden es el amor”. Y tenía como frase célebre en su vida misionera: “El mejor lugar del mundo será siempre aquel en donde Dios me quiera”.
Creo que es una frase llena de sabiduría que marca una actitud de vida, y nos ayuda a vivir la plenitud. Más de una vez vivimos llenos de insatisfacciones y muchas veces estamos renegamos de nuestra realidad, especialmente cuando tenemos que enfrentar situaciones de crisis y decepciones o cuando experimentamos el sentimiento de tener que vivir en “tierra extraña”, donde uno es poco querido y valorado, lo que a menudo pasa dentro de nuestros propios hogares y lugares de trabajo; otras veces hemos de soportar la soledad y la incomprensión que nos hace sentir “extraños” en nuestro propio entorno. Y muchas veces tendemos a huirse de estas situaciones, o bien nos enfermamos…
Creo que esta frase tan sencilla de San José Freinademetz SVD, puede orientarnos y fortalecernos sabiendo que cada situación de crisis y dificultad también es un regalo de Dios para que pongamos lo mejor de nosotros con el afán de superarla. La mejor manera de salvar cualquier obstáculo es amando nuestra propia realidad y aceptando nuestro entorno, sabiendo que es en esta familia, en este pueblo o ciudad, en este lugar de trabajo que Dios me ha elegido para compartir. Obviamente no significa una aceptación pasiva de las cosas, sino asumiendo responsable y comprometidamente nuestra realidad.
En el fondo la alegría de la vida depende de la actitud con que encaramos lo que nos toca vivir. Muchas veces cuando iniciamos una nueva carrera, donde las exigencias del estudio nos pesan, cuando iniciamos nuestro año laboral donde debemos enfrentar las exigencias de un mundo cada vez más competitivo, cuando se inicia la vida matrimonial donde la convivencia no resulta nada sencilla al conformar una nueva familia. Son tantas las situaciones en las cuales hemos de aceptar responsablemente tratando de ser protagonistas de nuestra realidad y amando la vida en todo momento. Cuando enfrentamos la vida con una actitud positiva, las adversidades vuelven a ser simples desafíos a superar y realmente somos capaces de gozar de tantos dones y bendiciones de la vida con alegría, logrando así la verdadera paz interior que tanto necesitamos.
También estamos invitados a mirar la vida con una actitud de fe, sabiendo que realmente es el Dios de la vida quien nos invita a vivir cada momento en nuestro círculo familiar, laboral y social con amor y entrega generosa. La verdadera felicidad no depende de todo lo que hagamos para cambiar nuestro entorno, sino de la fuerza con que amamos nuestro entorno con una actitud de agradecimiento y cuando somos capaces de soñar y dar lo mejor de nosotros. Ojalá que como síntesis de nuestra vida, todos podamos decir como San José Freinademetz: “El mejor lugar en el mundo es aquí, ahora… es ahí donde Dios me quiera.
Padre Juan Rajimon.
Misionero del Verbo Divino

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