12 de febrero de 2013

Aún en las cenizas hay esperanzas

Iniciaremos prontamente la Cuaresma con la celebración litúrgica del Miércoles de Ceniza. Un tiempo litúrgico que nos invita al arrepentimiento y a la conversión. Es el momento que nos ofrece la Iglesia  para recordarnos la necesidad de un profundo encuentro con el Dios de la vida: es una hermosa ocasión para que nos dejemos conducir por la voz del espíritu en el silencio y la oración. El número cuarenta simboliza el tiempo necesario para un encuentro profundo con Dios, sea para oír su voz, conocer sus planes  y emprender la misión que Dios nos ha dado a cada uno. En este sentido creo que es un tiempo lleno de esperanza en un Dios que nos habla y nos acompaña.
 
La conversión cuaresmal es nada más ni menos que volver a nuestra condición de hombres y mujeres llamados por Dios para una vida en comunión y alegría. Creo que en estos tiempos que vivimos como país y, tal vez, como sociedad, es necesario un arrepentimiento sincero para que nuestra alegría y paz no estén en cenizas. En estos días, leyendo el periódico, se pueden constatar tantas situaciones de violencia; precisamente en Estados Unidos se está discutiendo si hay que portar armas para la seguridad de las personas, y en muchos países de América Latina, incluyendo el nuestro, estamos discutiendo sobre la inflación. 
 
Y así estos discursos políticos que pretende evadir la realidad, no superan el sufrimiento de las personas inocentes que son víctimas de estas decisiones. Ojalá que este tiempo de cuaresma, nos ayude a  un verdadero sinceramiento en  nuestros discursos y que podamos escuchar la voz de Dios para que vivamos en una sociedad más justa y más solidaria, donde haya menos armas y más ganas de compartir entre hermanos. Que nos ayude a cambiar nuestras miradas hacia el “otro en el que vemos a un enemigo y un potencial peligro”, sino que es un hermano que Dios me ha regalado para compartir la vida. La Cuaresma nos invita a una verdadera conversión, hacia un mayor sentido de comunión superando el egoísmo que tanto daño nos hace.
 
Por encima de todo, es un llamado para reconocer nuestra verdadera identidad como personas espirituales y solamente esta mirada más allá de las concepciones existencialistas nos regalará un horizonte claro para la vida. Las cenizas nos recuerdan la fragilidad de nuestra humanidad y cuando seamos capaces de transcender nuestras miradas egoístas de la vida, tendremos la capacidad de superar tantos sentimientos de vacío, angustia y desesperación tan común en estos tiempos de crisis.
 
Que esta Cuaresma sea un tiempo lleno de esperanza para que no decaigamos en las adversidades y los sufrimientos temporales, sino que podamos superarlos con la fuerza de lo Alto. Dispongamos entonces nuestro corazón para prepararnos y lograr descubrir que Cristo Resucitado, debe ser nuestro ejemplo para encontrar el verdadero sentido de la vida aun en medio del vacío espiritual de este mundo moderno, la fragilidad de las amistades que aparentemente nos sostienen, las decepciones de cada día, lo odioso de la traición.
 
Ante esta dura realidad, lo único que nos reanima y sostiene es la esperanza. Creo que este tiempo de Cuaresma es el espacio especial para que la esperanza en el Resucitado sea nuestra fortaleza. Como cristianos, la adversidad, la tribulación, la dificultad, deben llevarnos a practicar la virtud de la esperanza, único medio para superar toda situación de crisis. 
 
Padre Juan Rajimon
Misionero del Verbo Divino

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