Iniciaremos prontamente la
Cuaresma con la celebración litúrgica del Miércoles de Ceniza. Un tiempo
litúrgico que nos invita al arrepentimiento y a la conversión. Es el
momento que nos ofrece la Iglesia para recordarnos la necesidad de un
profundo encuentro con el Dios de la vida: es una hermosa ocasión para
que nos dejemos conducir por la voz del espíritu en el silencio y la
oración. El número cuarenta simboliza el tiempo necesario para un
encuentro profundo con Dios, sea para oír su voz, conocer sus planes y
emprender la misión que Dios nos ha dado a cada uno. En este sentido
creo que es un tiempo lleno de esperanza en un Dios que nos habla y nos
acompaña.
La conversión cuaresmal
es nada más ni menos que volver a nuestra condición de hombres y mujeres
llamados por Dios para una vida en comunión y alegría. Creo que en
estos tiempos que vivimos como país y, tal vez, como sociedad, es
necesario un arrepentimiento sincero para que nuestra alegría y paz no
estén en cenizas. En estos días, leyendo el periódico, se pueden
constatar tantas situaciones de violencia; precisamente en Estados
Unidos se está discutiendo si hay que portar armas para la seguridad de
las personas, y en muchos países de América Latina, incluyendo el
nuestro, estamos discutiendo sobre la inflación.
Y
así estos discursos políticos que pretende evadir la realidad, no
superan el sufrimiento de las personas inocentes que son víctimas de
estas decisiones. Ojalá que este tiempo de cuaresma, nos ayude a un
verdadero sinceramiento en nuestros discursos y que podamos escuchar la
voz de Dios para que vivamos en una sociedad más justa y más solidaria,
donde haya menos armas y más ganas de compartir entre hermanos. Que nos
ayude a cambiar nuestras miradas hacia el “otro en el que vemos a un
enemigo y un potencial peligro”, sino que es un hermano que Dios me ha
regalado para compartir la vida. La Cuaresma nos invita a una verdadera
conversión, hacia un mayor sentido de comunión superando el egoísmo que
tanto daño nos hace.
Por encima de
todo, es un llamado para reconocer nuestra verdadera identidad como
personas espirituales y solamente esta mirada más allá de las
concepciones existencialistas nos regalará un horizonte claro para la
vida. Las cenizas nos recuerdan la fragilidad de nuestra humanidad y
cuando seamos capaces de transcender nuestras miradas egoístas de la
vida, tendremos la capacidad de superar tantos sentimientos de vacío,
angustia y desesperación tan común en estos tiempos de crisis.
Que
esta Cuaresma sea un tiempo lleno de esperanza para que no decaigamos
en las adversidades y los sufrimientos temporales, sino que podamos
superarlos con la fuerza de lo Alto. Dispongamos entonces nuestro
corazón para prepararnos y lograr descubrir que Cristo Resucitado, debe
ser nuestro ejemplo para encontrar el verdadero sentido de la vida aun
en medio del vacío espiritual de este mundo moderno, la fragilidad de
las amistades que aparentemente nos sostienen, las decepciones de cada
día, lo odioso de la traición.
Ante
esta dura realidad, lo único que nos reanima y sostiene es la
esperanza. Creo que este tiempo de Cuaresma es el espacio especial para
que la esperanza en el Resucitado sea nuestra fortaleza. Como
cristianos, la adversidad, la tribulación, la dificultad, deben
llevarnos a practicar la virtud de la esperanza, único medio para
superar toda situación de crisis.
Padre Juan Rajimon
Misionero del Verbo Divino
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