Estamos prontos a celebrar un nuevo
aniversario de nuestra independencia, conmemorando aquel 9 de Julio de
1816 en que nuestra Nación se declaró independiente. Pero este logro
alcanzado implicó años de lucha y trabajo que permitieron asumir la
responsabilidad de conducir los destinos de la nación, encontrándose con
los representantes de las distintas provincias y acordar así los
lineamientos para el nuevo gobierno, aunar esfuerzos para apostar hacia
el verdadero crecimiento de la nación.
A
la luz de esta gran conmemoración, quisiera reflexionar sobre el valor
que tiene ser un país independiente y el compromiso que implica para
todos los ciudadanos gozar de una nación libre. Rememorar la
independencia nos invita a asumir la responsabilidad del crecimiento de
nuestra Nación con el esfuerzo, trabajo sincero y compromiso de todos.
Creo que es el mejor aporte que podemos regalar a la nación en esta
recordación de la independencia, frente a la creciente cultura del menor
esfuerzo y falta de dedicación y profesionalidad en muchos ámbitos de
nuestra sociedad.
Ante esta
realidad que hoy vive nuestra Nación, el festejo de la independencia nos
debe comprometer a una cultura de trabajo y esfuerzo sincero. Creo que
lo que prevaleció en el deseo de declarar la independencia fue el
respeto por el otro fundado en el federalismo y la aceptación por la
diversidad, que se han marcado desde los principios de nuestra
independencia. Por eso en este 2013, aun después de dos siglos de
independencia tenemos todavía mucho por mejorar para lograr que se
valores y respete la diferencia de opiniones y diversidad en la forma de
ser. Debemos apostar por un federalismo que supere todo clientelismo y
un sostenimiento verdadero de la riqueza de las diferencias de nuestra
Nación desde el respeto y apoyo mutuo.
La
celebración de la independencia tiene que ver con la comunión, el
sentirnos hermanos en la misma causa de la libertad. Porque ella va
siempre de la mano con la responsabilidad, ya que desde nuestra libertad
incondicional somos responsables de nuestros propios hermanos y de
nuestra valiosa naturaleza que Dios nos ha regalado.
A
partir de estos sentimientos esta evocación patria nos invita a gozar
juntos una libertad que significa el respeto mutuo entre personas
logrando así que nuestra convivencia sea armoniosa y alegre en nuestra
Nación para desterrar tantas tendencias que dividen y atentan contra la
integridad de nuestros propios hermanos. Estamos invitados a ser libres
para actuar con responsabilidad, respeto y siempre optando por el bien
común.
La verdadera libertad debe
ser una exigencia interior para cada uno de nosotros. Nos debe
movilizar hacia el servicio y el amor. Es una condición espiritual que
nos orienta hacia el bien. Una libertad que esté por encima del mero
cumplimiento de la ley. Es vivir según el espíritu que es la consciencia
que nos mueve hacia la verdad y el bien. Como nos dice San Pablo:
“Donde hay Espíritu del Señor hay libertad” (2Cor 3,18).
También
nuestro festejo de independencia va unido a la veneración de nuestra
Madre celestial bajo la advocación de Nuestra Señora de Itatí, que nos
invita a tener una mirada de fe hacia la vida para que nuestra búsqueda
de la libertad y la independencia sea un permanente cumplimiento de la
voluntad de Dios. Y así como la Madre María, podamos ser testimonios
vivos de fe, silencio interior, servicio y entrega generosa. Que desde
una nación libre e independiente logremos que cada persona alcance la
plenitud de la vida y que juntos caminemos hacia la verdadera libertad:
que se basa en el respeto, el amor y la búsqueda permanente de la verdad
y del bien.
P. Juan Rajimon
Misionero del Verbo Divino
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