Con gran alegría y esperanzas
renovadas, concluyó la visita del papa Francisco a Brasil, donde
compartió y movilizó a miles de jóvenes de todo el mundo, dando un nuevo
impulso a la Iglesia y a todos los bautizados.
Sin
duda esta visita, en primer lugar, nos invita a una fidelidad al
Evangelio y a la consagración. El papa Francisco con sus profundas
raíces de la espiritualidad ignaciana nos llama al anuncio de Cristo,
desde la humildad y la sencillez, demostrando en sus propias actitudes y
estilo de vida, alejándose de los protocolos que nos distancian de las
personas y del mundo real. Opta por hacer una verdadera visita pastoral
estando cerca del que necesita, de los marginados y de los que sufren.
El anuncio de la buena nueva es para todos y no para unos pocos.
Desde
esta profunda espiritualidad, ha convocado a los jóvenes y a todos los
cristianos a salir de nuestras comodidades y seguir a Cristo,
comprometiéndonos con un mundo nuevo, que contagie a todos con su
alegría y siendo protagonistas de la nueva sociedad. Simplemente nos
invita a “construir, en vez de muros”.
Como
Iglesia “somos llamados a vivir profundamente la fe en este tiempo
plural y de tantos cuestionamientos, en este cambio de época, pero con
el entusiasmo y la coherencia de aquellos que son guiados por el
Espíritu Santo”. En otras palabras, para “mostrar el rostro del joven
cristiano que trata de unir el testimonio de una vida auténticamente
cristiana con las consecuencias sociales del Evangelio” y,
principalmente, para promover la “revolución del amor”. Los jóvenes son
llamados a vivir la construcción de un mundo de hermanos.
La
Buena Nueva, además del anuncio de la Palabra de Dios, es un llamado a
comprometernos con el Evangelio en nuestra vida personal y comunitaria.
Y
qué linda oportunidad para nuestra patria, ya que estamos en una época
muy especial, donde se presentan muchos candidatos para las elecciones y
que ellos puedan asumir el compromiso de ser buena nueva para los
pueblos en los próximos años.
Ojalá
que en nuestros candidatos haya gestos y actitudes concretas de ser
personas generadoras de buenas nuevas, y que no quede solamente en
falsas promesas pre-electorales. Que sean capaces de estar cerca de
aquellos que sufren, y de quienes tienen menos oportunidades en la
sociedad moderna que avasalla y excluye.
Creo
que es posible un mundo nuevo. Y los jóvenes son “el presente lleno de
esperanza de una sociedad que espera que su crisis de valores tenga una
solución”. Ellos son la nueva generación que vive la fe y son llamados
para transmitirla a las siguientes generaciones. También son los
protagonistas del cambio que necesitamos.
Desde
esta invitación de nuestro Santo Padre, ojalá que nos comprometamos
“todos” a ser Buena Nueva para los demás: desde la Iglesia, animando la
fe y la caridad; desde los gobiernos, pensando seriamente en una
sociedad más próspera con trabajo digno e igualdad de oportunidades para
todos; desde la comunidad parroquial, con un compromiso de solidaridad
para con los que más sufren; desde los jóvenes, con el anuncio de la
Buena Nueva a los demás jóvenes, recordando lo que nos dijo el Papa: “…
la fe es una llama que se hace más viva, cuando más se comparte”.
Sólo
así, entre todos, podremos construir una Iglesia cercana al ser humano,
sobre todo del afligido, del sometido a la pobreza, del excluido, del
marginado. Seamos la Buena Nueva para tantos hermanos que nos esperan y
necesitan de nuestro corazón generoso.
P. Juan Rajimon
Misionero del Verbo Divino
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