26 de noviembre de 2013

El adviento

Estamos en los umbrales de un nuevo tiempo de Adviento y si bien “adviento” es un término muy familiar, es muy común que aun sabiendo su significado pase totalmente inadvertido en nuestra vida. Entre tantas ocupaciones que caracterizan un fin de año, es bueno que nos detengamos y hagamos significar el gran valor del tiempo de Adviento en nuestra vida como cristianos. 
 
Adviento significa “venida”, es decir, estamos preparando la venida del Señor Jesucristo y su presencia entre nosotros. A Él lo esperamos vigilantes, atentos, llenos de gozo en actitud celebrativa porque es el Señor que se hizo hombre, que nació de María, que se aproxima cada día a la realidad humana, transformando nuestra historia, tocando nuestro existir, animándonos a ser mejores en el caminar de la vida.  
 
¿Qué significa la venida del Señor en nuestra vida? Sin duda que Dios está presente en nuestras vidas y está con nosotros. Pero en este tiempo de Adviento, estamos esperando la venida de Jesús como actitud espiritual, reconociendo a un Dios que nos viene en las realidades concretas de la vida: para renovar nuestra relación con Él, en nuestros sufrimientos, heridas y momentos de soledad. Viene para restaurar la dignidad del ser humano herida por el pecado, la injusticia, a infundir un espíritu nuevo tocando los corazones de piedra, convirtiéndolos en corazón de carne (Ez 11, 19). Viene para llenarnos de una renovada esperanza. 
 
El Adviento es el comienzo del nuevo año litúrgico en la Iglesia, es un tiempo de esperanza y de reencuentro con Jesús y con los demás. Celebramos el misterio de Cristo que vino (en Belén) viene (hoy y siempre) y vendrá (al final de los tiempos). La esperanza del Adviento es una experiencia personal y comunitaria, que tiene mucho que ver con cada una de nuestras familias. 
 
En medio de tantas situaciones adversas de la vida, el Adviento nos pone en comunicación con nuestra espera vigilante, atenta, activa, de la presencia viva de Dios que expresamos con la aclamación: ¡Ven Señor Jesús! Es un profundo deseo de esperanza para que Dios transforme nuestras oscuridades, temores, decepciones, heridas, desencuentros, vacíos, necesidades, las distintas formas de violencia y de opresión que nos llevan al desánimo. Su venida inunda con su luz nuestros caminos para ser la estrella que nos conduce. Que la venida del Señor nos regale un mundo más justo, más fraterno, más solidario, de relaciones armoniosas y de encuentros, de condiciones de vida más humanas y más dignas. 
 
La esperanza de la venida del Señor se fortalece más aún cuando nos predisponemos todos a vivirla. Buscar el tiempo necesario, dando prioridad y lugar a Dios en nuestras vidas en los próximos días: para la oración, lectura y meditación de la Palabra de Dios y la participación en la Eucaristía. Porque la liturgia de estas cuatro semanas nos prepara para las fiestas navideñas y realmente el nacimiento del Señor es un acontecimiento que no puede pasar desapercibido. 
 
El tiempo de Adviento es un tiempo para vivir la fe en familia, fortaleciendo las relaciones interpersonales entorno a la persona de Cristo como centro de nuestro hogar y llenarnos de esperanza viva en nuestros hogares que muchas veces están atacados por la negatividad y el desánimo. 
 
Que las vivencias que nos dispongamos a tener en estas cuatro semanas, sean una verdadera experiencia de Dios, para que nos sintamos colmados de bendiciones en cada uno de nuestros hogares. 
 
Que podamos hacer realidad los deseos de tantas personas que nos repiten: ¡que tengas una feliz Navidad!


P. Juan Rajimon
Misionero del Verbo Divino
 

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