3 de diciembre de 2013

Vivamos el Adviento en familia

Estamos empezando el tiempo del Adviento, un tiempo espacial para caminar hacia la Navidad y al encuentro con Cristo. Sin darnos cuenta ya estamos cerca de otro año que finaliza. Creo que es importante que re-signifiquemos nuestras fiestas para que realmente sean oportunidades donde se fortalece la presencia de Dios en nuestras vidas y que no solamente nos quedemos en la propuesta del mundo de consumo que hace que toda fiesta tenga que pasar por una lista larga de compras, ventas, saludos, regalos y unas horas de festejos…
 
Qué bueno que vivamos este Adviento de manera distinta, haciendo que sea una oportunidad para que nuestra familia avance en el camino hacia la Navidad, que es una fiesta de amor y el Adviento un momento especial para renovar nuestros vínculos familiares. No dejemos pasar el momento para buscar el perdón y la reconciliación entre los miembros de la familia y que nuestros festejos navideños tengan un clima de armonía y amor familiar. 
 
Y la base de nuestro amor es la misma Palabra de Dios, como nos dice San Juan: “Amémonos unos a otros, ya que el amor es de Dios. Y todo el que ama ha nacido de Dios y conoce a Dios. En esto se manifestó el amor que Dios nos tiene: en que Dios envió a su Hijo único. A Dios nadie lo ha visto nunca, pero si nos amamos los unos a los otros, Dios permanece en nosotros ( Jn 3, 7-11). Que bueno que cada miembro de la familia dé pasos concretos para comprometerse uno con el otro en el amor, la fidelidad y la entrega generosa al estilo de Jesús. Que nuestras familias sean el lugar privilegiado para vivir el amor y la comunión. 
 
Esperemos la Navidad fortaleciendo en estas cuatro semanas la actitud de servicio desinteresado al prójimo. La familia es la primera escuela donde hemos de aprender a servir y compartir con generosidad, haciendo pequeños sacrificios para demostrar el amor y la entrega hacia el otro. El mismo Jesús nos dice: “…si alguno de ustedes quiere ser grande, sea su servidor; y el que de ustedes quiera ser el primero, sea siervo de todos, pues tampoco el Hijo del hombre ha venido a ser servido, sino a servir y a dar su vida en rescate por muchos” (Mc 10, 43.45). Cuando servimos con alegría y ganas el gozo de la convivencia familiar se multiplica.
 
Busquemos recuperar el sabor de la vida en este tiempo de Adviento. El sabor y el gusto de la convivencia familiar que se ha perdido por la rutina, por el exceso de trabajo, preocupaciones económicas, falta de tiempo de uno para el otro. Es un tiempo para encontrar el sentido profundo de nuestra familia e iluminar la vida con la fuerza de Dios. Como nos dice la Palabra de Dios: “Ustedes son la sal de la tierra… Ustedes son la luz del mundo… Así ha de lucir vuestra luz ante los hombres, para que, viendo nuestras buenas obras, glorifiquen a vuestro Padre, que está en los cielos” (Mt 5, 13-16).
 
Por encima de todo es un tiempo para fortalecer la presencia de Dios en nuestras familias, uniéndonos en la vida de oración, lectura  y meditación de la Palabra y dejando que Dios sea el centro de nuestros hogares. Esperamos en este Adviento que Dios ocupe un lugar privilegiado en cada uno de nuestros hogares y que vivamos la fuerza de su presencia.
 
Que este adviento nos prepare para recibir a Jesús en nuestros corazones! Esto solo será posible si damos pasos concretos que nos permita ser  mejores personas y que en  nuestras familias se viva cada vez más la unidad  y la armonía.

P. Juan Rajimon
Misionero del Verbo Divino

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