10 de diciembre de 2013

La virtud de la esperanza

Estamos próximos a celebrar la gran fiesta de la Navidad. Y el tiempo de Adviento que nos abocamos a la preparación para la Navidad es un momento especial para fortalecer el don de la esperanza. Las lecturas bíblicas de este tiempo presenta al pueblo de Israel como testimonio de una gran esperanza, un pueblo sufrido que esperaba orante la venida de un Mesías, con una confianza incondicional que nos le permitía bajar los brazos. Y esta actitud es importante adoptar en estos tiempos difíciles que vivimos y reflexionar sobre la virtud de la esperanza. 
 
El tiempo de Adviento nos invita a fortalecer nuestra esperanza en un Dios que cumple las promesas, pero en su tiempo. Hay muchas personas que sufren y experimentan una vida desdichada porque han perdido la esperanza. A menudo ante un deseo, un sueño o plan no alcanzado hay quienes se desaniman, otras veces frente a una enfermedad o un fracaso. El pueblo de Israel que esperó siglos la venida del Mesías nos invita a confiar plenamente en un Dios que cumple sus promesas en este tiempo de Adviento.
 
El Adviento se hace fecundo si intensificamos las actitudes fundamentales de la vida cristiana en estos tiempos: la espera atenta, la vigilancia, la fidelidad en el trabajo, la sensibilidad para descubrir y discernir los signos de los tiempos, como manifestaciones del Dios Salvador que está viniendo con gloria. Es un tiempo en el que debemos preocuparnos por descubrir y desear eficazmente las promesas mesiánicas: la paz, la justicia, la relación fraternal, el nacimiento de un mundo nuevo desde la raíz.
 
Para ello es necesario hacer un camino en nuestra vida personal, familiar, laboral, y  reconocer que antes que nosotros mismos, Él espera. ¿Señor qué esperas de mi  vida, de mi familia, cómo quieres que espere en Ti? En este sentido es un tiempo para vivir profundamente la fe y mirar los acontecimientos de la vida desde la misma fe. 
 
El Adviento que Dios quiere que vivamos es un tiempo que se caracterice por una actitud profunda de lucha, esfuerzo, entrega. Es un momento oportuno para generar un verdadero cambio en nuestra vida: con actitudes que nos acerquen a Dios en la oración y al hermano en el amor y la caridad. En este sentido este tiempo de espera activa es aceptar la propuesta de despertar, de atrevernos a ser distintos porque está en juego la bondad de Dios que ha aparecido entre nosotros (Tito 3,4) y cuenta con nosotros porque no esperamos que llegue lo que tiene que llegar, sino que le abrimos paso en nuestra vida, preparando nuestro corazón para que Él pueda nacer allí.
 
Jesús vino en un momento y lugar concreto; por eso, en este tiempo de Adviento aparece en el centro la fe y la esperanza, de que en medio de la realidad difícil, cruenta, abrumada y abatida por diversas situaciones del mal, se hace presente la liberación de Dios para los seres humanos como fuente de sentido y finalidad de toda la existencia humana y aun de la creación.
 
Que la vivencia plena de nuestro Adviento nos ayude a convertir nuestras esperanzas en realidades y nos permita preparar el pesebre de nuestro corazón para que la Navidad no pase desapercibida sino como una oportunidad propicia para descubrir que el Niño de Belén es la alegría, la paz y la esperanza que todos anhelan en su corazón. No dejemos que las propuestas de este mundo nos quiten el verdadero sentido de la Navidad  para que al contemplar al recién nacido experimentemos una verdadera conversión que nos lleve  a caminar en santidad como el Niño Jesús. No dejes pasar esta hermosa oportunidad, vale la pena vivirla en plenitud.

P. Juan Rajimon
Misionero del Verbo Divino

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