4 de marzo de 2014

Iniciando la cuaresma

Estamos iniciando un tiempo muy especial en nuestra vida espiritual, el tiempo de cuaresma, más de un mes de oportunidades que ofrece Dios a través de su Iglesia para la conversión. Pero… al hablar de “conversión” miramos hacia afuera y encontramos tantas necesidades de conversiones en nuestro entorno- en la política, en la estructura social, en los vecinos, en los seres queridos… lo que hace que nos alejemos del verdadero sentido de cuaresma. 
 
Porque la Cuaresma, es un tiempo para mirar hacia el interior de cada uno y no el interior del otro. La conversión que nos pide la palabra de Dios en este tiempo de cuaresma, es una autocrítica hacia el interior de nuestra vida. Es decir tenemos la oportunidad para realizar un verdadero cambio en nuestras actitudes personales y comunitarias. 
 
En primer lugar, hemos de superar el individualismo que nos hace pensar en nosotros mismos y olvidarnos de los demás. Nos invita a un amor profundo y generoso hacia el hermano. El amor de Dios es un amor que es gracia, generosidad, deseo de proximidad, y que no duda en darse y sacrificarse por las criaturas a las que ama. La caridad, el amor es compartir en todo, la vida del amado. Por eso la imposición de cenizas, que se realiza en la celebración del miércoles de ceniza, nos recuerda la fragilidad de nuestra vida humana, que algún día vamos a morir y que nuestro cuerpo se convertirá en polvo. Nos enseña que todo lo material que tenemos aquí se acabará. En cambio, todo el bien que tengamos en nuestra alma lo llevaremos a la eternidad. Al final de nuestra vida, sólo quedará aquello que hayamos hecho por Dios y  nuestros hermanos.
 
Es un momento especial para fortalecer nuestra vida de oración. Porque ella nos ayudará a estar más cerca de Dios y cambiar aquello que necesitemos mejorar de nuestro interior. Es necesario que transformemos nuestra forma de vivir, para que sea Dios el centro de nuestra vida. Sólo en la oración encontraremos el amor de Dios, la dulce y amorosa exigencia de su voluntad. 
 
Es un tiempo de ayuno y abstinencia. El sacrificio que hacemos tiene un sentido espiritual mucho más que algo biológico. Así como el sentido de la palabra sacrificio significa "hacer sagradas las cosas", debemos hacerlo con alegría, ya que es por amor a Dios. Nuestro ayuno, abstinencia y sacrificio debe ser un acto de profundo amor hacia el prójimo para que genere más vida y mayor amor en nuestro entorno. 
 
Este tiempo de reflexión de nuestra vida, nos ayudará a  entender hacia dónde vamos, de analizar cómo es nuestro comportamiento con nuestra familia y en general con todos los seres que nos rodean. Al reflexionar sobre nuestra vida, tratemos de convertirla de ahora en adelante en un seguimiento a Jesús, profundizando en su mensaje de amor y acercándonos en esta Cuaresma a la reconciliación con nosotros mismos, nuestros hermanos y con nuestro Dios.
 
Es un tiempo para pedir perdón a Dios y a nuestro prójimo, pero por sobre todas las cosas es el momento oportuno para perdonar a todos los que de alguna forma nos han ofendido o  hecho algún daño. Pero debemos perdonar antes y sin necesidad de que nadie nos pida perdón, recordando lo que decimos en el Padre Nuestro, el que muchas veces repetimos sin meditar su significado, ya que debemos pedir perdón a nuestro Padre, pero antes debemos  perdonar sinceramente a los demás.
 
Ojalá que esta cuaresma que iniciamos mañana, no la dejemos pasar sin que produzca una profunda renovación interior en cada uno de nosotros. Que nuestra alma se predisponga para un tiempo de gracia especial. Tratemos de que la lectura y la meditación de la Palabra de Dios nos acerquen más a su amor, para ser  testimonios vivos de su Evangelio!
 
P. Juan Rajimon
Misionero del Verbo Divino

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