25 de marzo de 2014

¿Le damos a nuestra vida su verdadero valor?

Vivimos en un mundo tan competitivo que más de una vez nos preocupamos simplemente  por lograr nuestros objetivos y propósitos de la vida y no es frecuente que nos detengamos a “vivir” la vida en plenitud. 
 
Generalmente olvidamos disfrutar de los momentos importantes que ella nos ofrece y a medida que pasan los años vamos llenando nuestros recuerdos con situaciones negativas y difíciles que hemos vivido. Es por ello que los invito  para que, en esta Cuaresma, no dejemos pasar esta buena oportunidad de contemplar el don de la vida que Dios nos ha regalado. 
 

Creo que es importante reconocer tantas bendiciones que el Padre bueno nos regala en la vida, agradecer  lo que somos y gozar de las múltiples cosas buenas que hacemos a diario. Pero también es importante reconocer que nuestro valor no depende de lo que hacemos, sino más bien de lo que realmente somos como personas e hijos de Dios. 
 
Es necesario tener un claro sentido de nuestro verdadero valor en la vida porque nos ayudará a relacionarnos positivamente con los demás. Cuando conocemos nuestro propio valor, tratamos bien a los demás y desarrollamos relaciones sanas con quienes compartimos. 
 
También reconocer nuestro verdadero valor,  nos otorga confianza para enfrentar nuevas situaciones y desafíos. Pero, sin embargo, no siempre es fácil descubrir o apreciar nuestro valor real.
 
A menudo la sociedad actual y muchas de las publicidades que vemos en los medios de comunicación tratan de imponer la idea de que nuestro valor estaría determinado por lo último que determina la moda de vestir o el uso de la nueva tecnología. 
 
Los anuncios o publicidades tratan de convencernos de que si compramos cosas materiales nunca tendremos que preocuparnos de ser populares o tener muchas amistades, lo que resolvería la soledad, el vacío interior y nos regalaría la alegría de la vida. 
 
Todo esto como contrapropuesta del mensaje de cuaresma que nos invita al encuentro con uno mismo a través del ayuno, la abstinencia y la oración. Descubrir la gran riqueza y valor de nuestro ser desde la fuerza del Espíritu. A partir de ahí nos invita a ser personas de servicio, con un amor incondicional y una entrega generosa. Ser personas capaces de compartir la gran riqueza de la vida con nuestros seres queridos. 
 
Más de una vez estamos llenos de tanto activismo que no podemos gozar de las pequeñas cosas de la vida. Es que nos han entrenado para creer que “vale más el hacer, que el ser”, sentir que valemos en la medida que “hacemos las cosas y conseguimos los resultados”, sin tener en cuenta los valores que debe cultivar cada persona. Obviamente esos resultados tienen su valor. 
 
Por eso muchas veces vivimos aplaudiendo a los que hacen cosas espectaculares y los que no las hacen no entran en nuestra consideración. Con mucha pena quedan afuera de nuestra prioridad los minusválidos, los ancianos, los enfermos, que logran pocos resultados. 
 
El verdadero valor de la vida va más allá de las cosas que hacemos. Dios nos ama cuando nos salen bien las cosas y también cuando no logramos los resultados esperados. Creo que la mejor manera de vivir la vida es siendo personas agradecidas, valorando y descubriendo lo bello que es la vida y todo lo que nos rodea. Que al ser personas agradecidas por el don de la vida, seamos capaces también de descubrir el amor de Dios que nos llega a través de nuestros seres queridos, lo que nos llevará a superar las adversidades de la vida. 
 
Reconocer el verdadero valor de la vida nos ayudará a mantener un corazón positivo que nos permitirá sobreponernos a toda negatividad para mirar la vida con esperanza a pesar de las cruces de cada día. Que  esta Cuaresma, sea una oportunidad para descubrir ese verdadero valor de nuestra vida y creer profundamente en un Dios que nos ama.


P. Juan Rajimon
Misionero del Verbo Divino

No hay comentarios.:

Publicar un comentario