18 de marzo de 2014

San José, hombre de amor y fidelidad

Los preparativos que vemos y escuchamos en los últimos días nos recuerdan que estamos nuevamente frente a los festejos de un nuevo aniversario de nuestra ciudad que tiene como Patrono a San José. Esta fiesta nos invita a reflexionar sobre las virtudes que llevaron a José a los altares de la santidad y nos anima a seguir sus pasos tomándolo como ejemplo de vida para todos los cristianos. 
 
Los tiempos de crisis que vivimos nos desafían a ser personas de fe y confianza plena en Dios, aun en medio de tantas adversidades y quebrantos de la vida. Esa confianza que le dio fuerzas a San José a decir “sí” a la voluntad de Dios. 
 

Las Sagradas Escrituras lo caracterizan como el hombre justo (Mt. 1, 19), que Dios preparó desde toda la eternidad para que hiciera de padre de Jesús, esposo y custodio de la Santísima Virgen María. Es una de las tantas  virtudes que rescatamos de su vida y que hemos de tenerla muy presente, especialmente en nuestros tiempos en que la justicia no es practicada por todos. Un hombre llega a ser justo en la medida de que es capaz de ser una persona de bien, tanto en las pequeñas como en las grandes decisiones y que está por encima de sus deseos y necesidades particulares. 
 
En este sentido, podemos tener a San José como ejemplo de fidelidad: fidelidad en su matrimonio como esposo, en su familia como padre. 
 
Creo que lo más importante en la vida de San José, como esposo y padre, fue la presencia de Dios en cada momento fundamental de su vida. Fue un hombre fiel a la voz de Dios al aceptar a María como esposa, fiel a la responsabilidad que tenía como padre. Por todo esto hemos de tener en cuenta que lo que nos lleva a la santidad es la fidelidad en las pequeñas y grandes cosas que hacemos en la vida cotidiana. La fidelidad en la misión de Dios, fidelidad a la palabra dada, a la decisión tomada; fidelidad a la misión que Dios me ha encomendado en esta tierra, en lo que hago a diario.
 
San José ha sido un hombre que supo escuchar la voz de Dios, aun en medio de las dudas, desencantos y adversidades de la vida. En este sentido ha sido un hombre de profundo silencio interior y constante oración, abierto al Espíritu Santo y dispuesto a cumplir la voluntad de Dios en todo momento. Se destacó por su calma y confianza en Dios frente a los acontecimientos cotidianos de la vida. Se lo llama el “Santo del silencio”. No conocemos palabras expresadas por él, tan solo conocemos sus obras, sus actos de fe y amor.
 
En la vida de San José tenemos una expresión cotidiana de amor a la vida de familia y al trabajo. 
 
En nuestros tiempos en que el trabajo se ha vuelto una mercancía, la persona de San José nos enseña a santificar la vida a través del trabajo. En este sentido nos invita a realizar cada tarea con amor y pasión para que Dios pueda cumplir su misión a través de nuestro servicio a las personas y a la sociedad. Esto nos ayudará a superar tantas crisis que vivimos a nivel social en nuestros ámbitos laborales. 
 
En un mundo en el que se pregona la libertad y la autosuficiencia, el ejemplo de San José nos invita a la obediencia total a la voluntad de Dios. Es un acto de libre voluntad y fe que nace del corazón y que nos orienta en los distintos momentos de la vida. 
 
Cuando falta esta obediencia perdemos la gran libertad y empezamos a ser esclavos de nuestros propios temores. 
 
La persona de San José nos anima a confiar plenamente en Dios, desde una entrega total a su voluntad, aceptando ser su instrumento para cumplir la misión divina en el lugar que nos toca compartir. Que por intercesión de San José, logremos vivir la santidad siendo fieles en los acontecimientos cotidianos de nuestra vida.

P. Juan Rajimon
Misionero del Verbo Divino
 

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