13 de mayo de 2014

María, madre intercesora nuestra

Hoy, 13 de mayo, recordamos un nuevo aniversario de la aparición de la Virgen María a los pastores de Fátima. Desde aquel 1917, miles de peregrinos se acercan a este santuario para pedir las bendiciones mediante la intercesión de la Madre Celestial. Es bueno que reflexionemos sobre el lugar que ocupa María en nuestra vida de fe.
 
María es intercesora ante Dios y su hijo Jesucristo. Cuando nos dirigimos a ella nos dejamos guiar por la certeza espontánea de que Jesús no puede rechazar las peticiones que le presenta su Madre, apoyándonos  desde luego, en la confianza inquebrantable de que ella es también Madre nuestra. 
 
Una Madre que ha experimentado el sufrimiento más grande de todos y es fuente de consuelo y alivio para nuestros temores y preocupaciones. Ella nos protege maternalmente para que en su amor podamos sentirnos confortados.
 
En todos los centros de devoción mariana se pone de manifiesto la contemplación de la relación entre la Madre y su divino Hijo. 
 
Tanto María como Jesús nos enseñan el valor de la entrega generosa de la vida por causa de los demás. El verdadero sentido de la vida no depende solamente de los éxitos personales que logremos, sino del cumplimiento de la voluntad del Padre, que a veces hasta implica fracasos; pérdidas, dolor y decepciones. Se trata de una gran generosidad donde uno se entrega como don de sí mismo, al designio divino.
 
En esa entrega, María es mediadora del flujo de gracia que brota de la Cruz, desde el momento en que su Hijo Jesús  la entregó como Madre de toda la humanidad. “Mujer ahí tienes a tu hijo” (Jn 19,26), encomendando a ella el cuidado de cada uno nosotros. 
 
También el mismo Jesús nos la presenta diciendo: “Ahí tienes a tu Madre” (Jn 19,27). En el momento de su sacrificio por la humanidad,  Jesús no se olvidó de nosotros y nos regaló en la figura de su Madre a una compañera de camino que con su amor incondicional, cuida y se ocupa de cada uno.
 
Quienes todavía peregrinamos en medio de tantas adversidades, angustias y peligros, debemos hacerlo con la confianza plena de que junto a ella llegaremos a la patria feliz. 
 
En este caminar, María quiere hacernos comprender el amor extremadamente misericordioso de nuestro Dios, como también, su eficaz intercesión. Nuestra gratitud por la ayuda continuamente experimentada, lleva consigo de algún modo, el deseo de reconocerla más allá de su mediación frente a las necesidades del momento para tenerla presente en todo tiempo y lugar. 
 
María nos hace comprender la amplitud y profundidad de nuestra vida como cristianos, y con maternal delicadeza nos conduce a reconocer que todo en nosotros debe ser una respuesta al amor rico en misericordia de nuestro Dios. En este sentido Dios, que es la fuente de todo bien y no quiere otra cosa más que nuestra verdadera felicidad, tiene el derecho de exigirnos una vida que se abandone sin reservas, con alegría y valentía a su voluntad, y que a la vez se esfuerce para que quienes nos rodean hagan lo mismo.
 
En Dios el presente es seguro; y solamente en Él hay futuro. En efecto, cuando dejamos que su amor actúe totalmente sobre nuestra vida y proyectos, se manifiestan maravillas. Sólo con el amor de María, el poder infinito del Padre y la misericordia interminable de su amado Hijo las pequeñas cosas de la vida cotidiana alcanzan su real sentido, y los grandes problemas encuentran solución. Continuemos con la certeza de que de la mano de la mejor Madre podremos aliviarnos y sentirnos seguros, porque ella intercede, nos protege y sostiene en este caminar.

P. Juan Rajimon
Misionero del Verbo Divino

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