Como Iglesia argentina, el
sábado pasado, hemos vivido la gran alegría de la beatificación del cura
Brochero. Gran trabajador y luchador incansable, uno de los pilares
fundamentales para el desarrollo de la región que le tocó evangelizar.
Su vida fue ejemplo y testimonio de perseverancia y entrega para todos
nosotros. Los invito a reflexionar sobre la santidad, desde el ejemplo
de vida que nos dejara este modelo de cura párroco y sacerdote fiel.
José
Gabriel del Rosario Brochero nació el 16 de marzo de 1840 en Carreta
Quemada, vecindad de Santa Rosa de Río Primero. Era de una familia
sencilla y fue el cuarto de diez hermanos. En su temprana adolescencia
decidió consagrar su vida al sacerdocio e ingreso en 1856, y en
diciembre de 1866, celebró su primera misa.
“Ser
Santo” es vivir apasionado por la misión: Y así lo hizo, como sacerdote
era cercano al pueblo pobre y necesitado. Montado sobre una mula estuvo
cerca de sus fieles, con un gran cariño por la gente que más lo
necesitaba. Desde la vida del Cura Brochero aprendemos que la santidad
consiste no solamente en actos heroicos, sino de vivir en la sencillez
de lo cotidiano la fe, la esperanza y la caridad con un gran deseo de
santidad. Como dice la Palabra de Dios: en definitiva, los santos serán
los que “han manifestado su fe con obras, su amor con fatigas y su
esperanza en nuestro Señor Jesucristo con una firme constancia” (1Tes.
1, 3).
El “Ser Santo” también
conlleva la misión de guiar a otros a la santidad. Cada bautizados
tenemos la misión de acompañar a los demás para que alcance la santidad.
El Cura Brochero hizo de esto la opción fundamental de su “plan
pastoral”, eligiendo los Ejercicios Espirituales de San Ignacio de
Loyola como “método pastoral” para llevar sus feligreses a Dios,
confiando en que la gracia divina realizaría el resto, cambiando el
corazón de los fieles y haciendo que la vida cristiana se manifestara en
la realidad cotidiana de la familia y la sociedad.
“Ser
Santo” amando y sirviendo al pobre y marginado: Para el Cura Brochero
su opción por los más necesitados no fue una postura ideológica ni
estereotipada. Vivió austeramente y murió pobre, entregando la mayor
parte de su tiempo a la atención de los enfermos, a ayudar a los
indigentes y a buscar a los pecadores. Su ejemplo ilumina a quienes hoy
desean seguir las huellas de Cristo -que fue enviado a evangelizar a los
pobres como signo de la auténtica evangelización-.
“Ser
Santo” en la fidelidad al servicio hasta el final: en este mundo, en el
cual vivimos tantos cambios, la vida del cura Brochero nos invita a ser
perseverantes hasta el final a la misión que nos ha dado. Esa misión,
esa manera cómo ha de entregarse cada uno a la comunidad depende del
Espíritu y hay que preguntárselo, para ir encontrando ese sitio o ese
modo desde donde Dios quiere que yo ame y sirva: si lejos o cerca, si
sano o enfermo, si triunfante o perdedor, si hablando o callando. A
través de la oración, de su inspiración, del discernimiento, de los
acontecimientos de la vida, el Señor me irá “ubicando”.
Por
encima de todo nos invita a asumir esta actitud de abandono a la
voluntad de nuestro Dios Padre, como dijo nuestra Madre María: “Hágase
tu voluntad” Hacer que nuestra vida sea una permanente búsqueda de la
voluntad de Dios y aprender a tomar las mil decisiones diarias, pequeñas
y grandes, fáciles y difíciles, de sorpresa o de rutina, que integran
mi vida, con atención y fe, con conocimiento de causa y alegría de
ejecución.
¡Que el testimonio de vida del Cura Brochero nos anime a emprender el camino de la santidad!
P. Juan Rajimon
Misionero del Verbo Divino
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