Estamos en los umbrales de un
nuevo tiempo de Adviento y si bien “adviento” es un término muy
familiar, es muy común que aun sabiendo su significado pase totalmente
inadvertido en nuestra vida. Entre tantas ocupaciones que caracterizan
un fin de año, es bueno que nos detengamos y hagamos significar el gran
valor del tiempo de Adviento en nuestra vida como cristianos.
Adviento
significa “venida”, es decir, estamos preparando la venida del Señor
Jesucristo y su presencia entre nosotros. A Él lo esperamos vigilantes,
atentos, llenos de gozo en actitud celebrativa porque es el Señor que se
hizo hombre, que nació de María, que se aproxima cada día a la realidad
humana, transformando nuestra historia, tocando nuestro existir,
animándonos a ser mejores en el caminar de la vida.
¿Qué
significa la venida del Señor en nuestra vida? Sin duda que Dios está
presente en nuestras vidas y está con nosotros. Pero en este tiempo de
Adviento, estamos esperando la venida de Jesús como actitud espiritual,
reconociendo a un Dios que nos viene en las realidades concretas de la
vida: para renovar nuestra relación con Él, en nuestros sufrimientos,
heridas y momentos de soledad. Viene para restaurar la dignidad del ser
humano herida por el pecado, la injusticia, a infundir un espíritu nuevo
tocando los corazones de piedra, convirtiéndolos en corazón de carne
(Ez 11, 19). Viene para llenarnos de una renovada esperanza.
El
Adviento es el comienzo del nuevo año litúrgico en la Iglesia, es un
tiempo de esperanza y de reencuentro con Jesús y con los demás.
Celebramos el misterio de Cristo que vino (en Belén) viene (hoy y
siempre) y vendrá (al final de los tiempos). La esperanza del Adviento
es una experiencia personal y comunitaria, que tiene mucho que ver con
cada una de nuestras familias.
En
medio de tantas situaciones adversas de la vida, el Adviento nos pone
en comunicación con nuestra espera vigilante, atenta, activa, de la
presencia viva de Dios que expresamos con la aclamación: ¡Ven Señor
Jesús! Es un profundo deseo de esperanza para que Dios transforme
nuestras oscuridades, temores, decepciones, heridas, desencuentros,
vacíos, necesidades, las distintas formas de violencia y de opresión que
nos llevan al desánimo. Su venida inunda con su luz nuestros caminos
para ser la estrella que nos conduce. Que la venida del Señor nos regale
un mundo más justo, más fraterno, más solidario, de relaciones
armoniosas y de encuentros, de condiciones de vida más humanas y más
dignas.
La esperanza de la venida
del Señor se fortalece más aún cuando nos predisponemos todos a
vivirla. Buscar el tiempo necesario, dando prioridad y lugar a Dios en
nuestras vidas en los próximos días: para la oración, lectura y
meditación de la Palabra de Dios y la participación en la Eucaristía.
Porque la liturgia de estas cuatro semanas nos prepara para las fiestas
navideñas y realmente el nacimiento del Señor es un acontecimiento que
no puede pasar desapercibido.
El
tiempo de Adviento es un tiempo para vivir la fe en familia,
fortaleciendo las relaciones interpersonales entorno a la persona de
Cristo como centro de nuestro hogar y llenarnos de esperanza viva en
nuestros hogares que muchas veces están atacados por la negatividad y el
desánimo.
Que las vivencias que
nos dispongamos a tener en estas cuatro semanas, sean una verdadera
experiencia de Dios, para que nos sintamos colmados de bendiciones en
cada uno de nuestros hogares.
Que podamos hacer realidad los deseos de tantas personas que nos repiten: ¡que tengas una feliz Navidad!
P. Juan Rajimon
Misionero del Verbo Divino
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