Muy pronto iniciaremos un nuevo ciclo
lectivo con tantas noticias que hablan de violencias y ausencia de paz,
tanto a nivel nacional como internacional. Hemos visto en los últimos
tiempos, en los medios televisivos escenas de violencia y falta de
justicia social en Venezuela, Ucrania y en muchos otros lugares, donde
la vida humana vale poco y la violencia es el modo generalizado de
actuar y, lo que es peor aún, todo esto se genera en nombre de la paz y
el orden.
Nosotros también
vivimos inmersos entre tantas situaciones de inseguridad que nos
preocupan y cuando estamos empezando un ciclo lectivo, donde miles de
niños y jóvenes se disponen a iniciar sus estudios, en medio de una
marcada crisis económica, es importante que, como educadores, tengamos
una clara propuesta de una educación para la paz y la sana convivencia
social.
Ante tanta violencia la
Conferencia Episcopal Venezolana (CEV) exhortó a construir la paz y
evitar la violencia. “El derecho a la protesta pacífica, así como el
derecho a la libertad de expresión e información, son valores sociales
imprescindibles para el ejercicio de una auténtica democracia”.
Ojalá
que sea parte de nuestra propuesta educativa la formación para un
ejercicio de la democracia que implique el respeto por el ser humano por
encima de los intereses particulares, buscando caminos de paz que
permitan resolver aquellos conflictos que son parte de la vida.
Optar
por caminos de paz implica una decisión personal y comunitaria, como el
mismo papa Francisco nos exhortó en uno de sus discursos donde decía:
“La paz es un compromiso cotidiano que hemos de construir
conscientemente entre todos los actores de la sociedad. Ha de nacer en
cada corazón el deseo de la paz, en nuestra forma de pensar y actuar
como actitud cotidiana de la vida”.
Tenemos
la responsabilidad de formar una sociedad para la paz cuidando,
preservando y educando a nuestros niños para que sean agentes de paz en
su entorno. Para cuidar y construir la paz, todos debemos ser educados
en la paz.
La mejor educación en
este campo es la vivencia, es el testimonio que damos como adultos en la
resolución de nuestras diferencias en la familia, en la sociedad, en
las discusiones que surgen a diario.
La
paz implica un profundo sentido de solidaridad y amor. Creo que debemos
acostumbrarnos a que no son necesarias las protestas y cortes de rutas
para ver las necesidades de los trabajadores, y encontrar un camino de
equilibrio social.
Ojalá que
prime el diálogo y el respeto mutuo como camino de comunión en nuestras
vidas. Que la paz y la justicia social sean un bien, siempre promovido y
defendido entre todos.
Ante la
actual cultura de la violencia, estamos llamados a algo más que poner
paños fríos; somos invitados a imitar al Príncipe de la Paz, Jesucristo,
como modelo de Maestro que, sin renunciar a elevar la voz contra las
injusticias e inclusive a expulsar los vendedores del Templo, nunca
suscitó violencia, sino que, todo lo contrario, siempre sembró y
promovió la paz.
Estamos llamados
a ser constructores de paz donde nos encontremos, en el trabajo, en las
actividades de ocio, en el deporte, en las instituciones en las que
participemos, en la política, en el arte o en la investigación
científica… y, por encima de todo, a formar a nuestros niños y jóvenes
para una convivencia pacífica.
Que
María, la Madre de Jesús, nos ayude a comprender y a vivir cada día esa
paz que brota del corazón de su Hijo, para llevar paz a todos los
lugares donde compartimos a diario y, por sobre todo, ser verdaderos
educadores y promotores de paz.
P. Juan Rajimon
Misionero del Verbo Divino
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