Estamos iniciando un tiempo muy
especial en nuestra vida espiritual, el tiempo de cuaresma, más de un
mes de oportunidades que ofrece Dios a través de su Iglesia para la
conversión. Pero… al hablar de “conversión” miramos hacia afuera y
encontramos tantas necesidades de conversiones en nuestro entorno- en la
política, en la estructura social, en los vecinos, en los seres
queridos… lo que hace que nos alejemos del verdadero sentido de
cuaresma.
Porque la Cuaresma, es
un tiempo para mirar hacia el interior de cada uno y no el interior del
otro. La conversión que nos pide la palabra de Dios en este tiempo de
cuaresma, es una autocrítica hacia el interior de nuestra vida. Es decir
tenemos la oportunidad para realizar un verdadero cambio en nuestras
actitudes personales y comunitarias.
En
primer lugar, hemos de superar el individualismo que nos hace pensar en
nosotros mismos y olvidarnos de los demás. Nos invita a un amor
profundo y generoso hacia el hermano. El amor de Dios es un amor que es
gracia, generosidad, deseo de proximidad, y que no duda en darse y
sacrificarse por las criaturas a las que ama. La caridad, el amor es
compartir en todo, la vida del amado. Por eso la imposición de cenizas,
que se realiza en la celebración del miércoles de ceniza, nos recuerda
la fragilidad de nuestra vida humana, que algún día vamos a morir y que
nuestro cuerpo se convertirá en polvo. Nos enseña que todo lo material
que tenemos aquí se acabará. En cambio, todo el bien que tengamos en
nuestra alma lo llevaremos a la eternidad. Al final de nuestra vida,
sólo quedará aquello que hayamos hecho por Dios y nuestros hermanos.
Es
un momento especial para fortalecer nuestra vida de oración. Porque
ella nos ayudará a estar más cerca de Dios y cambiar aquello que
necesitemos mejorar de nuestro interior. Es necesario que transformemos
nuestra forma de vivir, para que sea Dios el centro de nuestra vida.
Sólo en la oración encontraremos el amor de Dios, la dulce y amorosa
exigencia de su voluntad.
Es un
tiempo de ayuno y abstinencia. El sacrificio que hacemos tiene un
sentido espiritual mucho más que algo biológico. Así como el sentido de
la palabra sacrificio significa "hacer sagradas las cosas", debemos
hacerlo con alegría, ya que es por amor a Dios. Nuestro ayuno,
abstinencia y sacrificio debe ser un acto de profundo amor hacia el
prójimo para que genere más vida y mayor amor en nuestro entorno.
Este
tiempo de reflexión de nuestra vida, nos ayudará a entender hacia
dónde vamos, de analizar cómo es nuestro comportamiento con nuestra
familia y en general con todos los seres que nos rodean. Al reflexionar
sobre nuestra vida, tratemos de convertirla de ahora en adelante en un
seguimiento a Jesús, profundizando en su mensaje de amor y acercándonos
en esta Cuaresma a la reconciliación con nosotros mismos, nuestros
hermanos y con nuestro Dios.
Es un
tiempo para pedir perdón a Dios y a nuestro prójimo, pero por sobre
todas las cosas es el momento oportuno para perdonar a todos los que de
alguna forma nos han ofendido o hecho algún daño. Pero debemos perdonar
antes y sin necesidad de que nadie nos pida perdón, recordando lo que
decimos en el Padre Nuestro, el que muchas veces repetimos sin meditar
su significado, ya que debemos pedir perdón a nuestro Padre, pero antes
debemos perdonar sinceramente a los demás.
Ojalá
que esta cuaresma que iniciamos mañana, no la dejemos pasar sin que
produzca una profunda renovación interior en cada uno de nosotros. Que
nuestra alma se predisponga para un tiempo de gracia especial. Tratemos
de que la lectura y la meditación de la Palabra de Dios nos acerquen más
a su amor, para ser testimonios vivos de su Evangelio!
Misionero del Verbo Divino
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