Con mucha expectativa y entusiasmo nos
estamos preparando para la peregrinación al Centro de Espiritualidad de
Fátima, una de las tradicionales y tan esperada experiencia de fe que
vivimos como Iglesia en la provincia de Misiones. En estas líneas,
quiero invitarlos a reflexionar juntos acerca de nuestra fe y el sentido
que adquiere en nuestra vida, el ser peregrinos de esta tierra.
Como
hombres y mujeres de fe, nuestra meta es el encuentro final, llegar a
la “Tierra prometida”, la vida plena y eterna. En este sentido cada
peregrinación es una profunda vivencia espiritual a través de la cual
salimos al encuentro con Cristo, ese mismo Cristo que nos convoca en
comunidad para vivir un camino de conversión.
El
deseo de iniciar este caminar, implica nuestra sed de búsqueda, nuestra
convicción de que lo que tenemos no es lo esencial y partimos
convencidos de encontrar lo único que necesitamos.
Como
país, estamos nuevamente en un estancamiento tanto a nivel económico
como social y, sin ninguna duda, es necesario este dinamismo de la fe y
la esperanza para poder ponernos en marcha con la confianza puesta en la
Divina Providencia.
Que esta 62ª
peregrinación al Santuario de Fátima sea una oportunidad que nos haga
partir como verdadera comunidad que tiene como modelo a la Sagrada
Familia, sorteando todas las adversidades y unidos en el amor y la
esperanza.
Que en ese camino
compartido, como peregrinos, recordemos que nunca estamos solos en el
paso por esta vida. Siempre hay alguien a nuestro lado, quien nos anima,
motiva, alienta y a su vez también necesita de nuestra ayuda para
llegar a destino. Que sintamos la presencia del hermano y de Dios al
lado nuestro, especialmente en los momentos que nos sintamos solos y
necesitados de su ayuda.
En
momentos de enfermedad, abandono, rechazo, problemas económicos,
decepciones, frustraciones y desencantos afectivos; ese mismo Dios que
no nos suelta; también nos invita que estemos atentos a la necesidad del
hermano; a ser ese hombro dispuesto, esa mano extendida y ese oído
bien abierto que tanto se necesitan en este mundo moderno con
abundancia de tecnología, pero con poco tiempo para compartir con el
otro.
La peregrinación, al igual
que la vida, es una escuela de amor y caridad universal. Caminar juntos
en comunidad hacia una misma meta, al encuentro de la misma persona que
nos espera, implica consolidar lazos fraternos mediante actos sencillos y
concretos, como compartir, ayudar, esperar, sostener y caminar… al paso
del otro.
Como seres humanos,
desde nuestro nacimiento estamos en un continuo peregrinar, siendo
pasajero y transitorio nuestro paso por este mundo; pero a pesar de ello
tengamos siempre la seguridad que el Padre Bondadoso nunca nos deja
solos; y que Él siempre está con nosotros, como compañero de camino,
confortándonos y sosteniéndonos; en cada uno de los momentos de nuestra
vida.
La vida misma nos invita a
descubrir y abrirnos a la novedad de Dios. Nos enseña a no estar
apegados a situaciones y recuerdos del pasado que nos quitan la alegría.
Nos invita a encomendarnos a la fuerza de lo Alto en este recorrido,
confiando en Aquel que nos carga a cuestas, cuando nuestras fuerzas no
bastan para seguir andando.
Les
deseo a todos los peregrinos de esta vida que se sientan colmados de
bendiciones, y que el próximo domingo podamos caminar con nuestra Madre
María, al encuentro de Jesús; para que ella nos regale todas las gracias
que necesitamos, especialmente una fe firme en su Hijo y la fortaleza
que nos permita abrazar las cruces cotidianas.
P. Juan Rajimon
Misionero del Verbo Divino
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