El domingo pasado hemos conmemorado la
fiesta de Corpus Christi que nos invita a reflexionar sobre la
importancia de la presencia de Jesucristo en la Eucaristía. En esta
fiesta celebramos la centralidad de nuestra fe, porque la Eucaristía es
el regalo más grande que Dios nos ha hecho, cumpliendo la promesa del
mismo Jesús que nos dijo: “Yo estoy con ustedes todos los días, hasta el
fin del mundo” (Mt28, 20).
La
fiesta de Corpus Christi, nos recuerda el valor y la importancia de la
Eucaristía en nuestras vidas. Porque es la celebración de acción de
gracias, donde como comunidad vivimos la presencia de Cristo. En la
Eucaristía acontece el gran milagro de la transubstanciación, por la
cual el pan y el vino se convierten en el Cuerpo y Sangre de Cristo. La
Eucaristía celebrada con fe, transforma no sólo a las personas sino a
la comunidad entera.
En cada
Eucaristía reconocemos la importancia del alimento espiritual para
nuestras vidas. En su mensaje el papa Francisco nos hablaba de la
importancia de este alimento espiritual citando la Palabra de Dios: “El
hombre no vive solamente de pan, sino de todo lo que sale de la boca del
Señor”. El hombre de hoy, además del hambre física, padece otra hambre y
sed que no puede ser saciado por el alimento material. Estamos inmersos
en una sociedad que tiene hambre de vida, hambre de amor, hambre de
eternidad.
Y Jesús nos dona este
alimento, es más, es Él mismo el pan vivo que da la vida al mundo. Su
Cuerpo es el verdadero alimento en forma de pan; su Sangre es la
verdadera bebida como vino. No es un simple alimento; el Cuerpo de
Cristo es el pan que nos da vida eterna porque la sustancia de este pan
es Amor. Un amor gratuito, siempre a disposición de toda persona
hambrienta y necesitada de regenerar sus propias fuerzas.
Vivir
la experiencia de la fe significa dejarse nutrir por el Señor y
construir la propia existencia no sobre los bienes materiales, sino
sobre la realidad que no perece: los dones de Dios, su Palabra y su
Cuerpo. Si miramos a nuestro alrededor, afirmó el papa Francisco, nos
damos cuenta de que hay muchas ofertas de alimentos que no provienen del
Señor y que aparentemente satisfacen más. Algunos se nutren con el
dinero, otros con el éxito y la vanidad, otros con el poder y el
orgullo. Pero el alimento que nos nutre verdaderamente y que nos sacia
es solamente aquel que nos da el Señor!
La
fiesta de Corpus Christi nos invita a saciar nuestra hambre espiritual,
con la oración y adoración al Dios vivo presente en la Eucaristía. Nos
anima a vivir la celebración de la Eucaristía alimentándonos con su
Palabra, su Cuerpo y su Sangre. Implica tener a Dios como centralidad en
nuestra vida por encima de todas las prioridades, valorando y
priorizando los momentos de encuentro con Él a través de la
contemplación y la adoración como forma de oración y comunión con
Cristo.
La fiesta de Corpus
Christi nos invita a un buen discernimiento para reconocer cuál es el
pan que no alimenta y nos aleja de la vida eterna: el egoísmo, el
individualismo, la autosuficiencia, la falta de solidaridad y amor
generoso…; y nos convoca a una comunión como iglesia, de mayor
solidaridad, un amor que lleva a tener presente al hermano que sufre y
necesita amor de un Dios que nos une y que nos conduce a la vida eterna.
P. Juan Rajimon
Misionero del Verbo Divino
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