Estamos en vísperas de una fecha muy
importante, un aniversario más del nacimiento de un nuevo país
independiente. Es un día para agradecer a Dios por el don de la patria,
que hemos recibido como herencia gracias al esfuerzo de tantos hombres y
mujeres que han entregado la vida para que tengamos una patria libre e
independiente. Y como ciudadanos tenemos la responsabilidad de cuidar y
perfeccionar este regalo que hemos recibido para que sea una realidad
para todos los argentinos, y no solo para unos pocos.
La
verdadera independencia implica una búsqueda permanente de la libertad
para todos, que aspire el desarrollo integral y el bien común por encima
de los intereses personales o sectarios. Celebrar la independencia en
medio de la fuerte crisis económica que deja a muchas familias en la
pobreza y a muchos jóvenes sin un trabajo digno nos invita a reflexionar
sobre la gran responsabilidad que tenemos todos de ejercer este don con
responsabilidad. Hoy el festejo de la independencia debe ser el inicio
de propuestas y proyectos que libere a tantas personas de la pobreza y
la indigencia, dando posibilidades de una vivienda y un trabajo digno
para tantas familias que siempre son víctimas de las alteraciones
climáticas en nuestra zona.
Como
nos han dicho nuestros Obispos en los últimos años, crecer en libertad
requiere de proyectos a largo plazo, procurando consensos en pos de la
Nación por encima de los vaivenes políticos y cambios de gobiernos. El
verdadero consenso se logra cuando hay apertura para el diálogo,
haciendo posible la participación de todos los actores de la sociedad y
nos permita proyectar hacia el futuro. La libertad y la independencia en
la democracia no son valores acabados, sino que se deben seguir
construyendo con consciencia y responsabilidad para que sea una realidad
para todos. Sólo el diálogo fraterno, abierto y una justicia
igualitaria harán crecer una sociedad cada vez más libre.
Pero
no debemos olvidar que la verdadera libertad requiere de un buen
liderazgo de la nación centrado en el servicio al prójimo y al bien
común. Todo líder, para llegar a ser un verdadero dirigente, ha de ser
ante todo un testigo. “El testimonio personal, como expresión de
coherencia y ejemplaridad, hace al crecimiento de una comunidad.
Recordemos algunos valores propios de los auténticos líderes: la
integridad moral, la amplitud de miras, el compromiso concreto por el
bien de todos, la capacidad de escucha, el interés por proyectar más
allá de lo inmediato, el respeto de la ley, el discernimiento atento de
los nuevos signos de los tiempos y, sobre todo, la coherencia de vida”.
Que nuestra celebración de la independencia comprometa a nuestros
líderes con los valores que tanto necesita nuestro pueblo.
La
verdadera libertad debe ser una exigencia interior para cada uno de
nosotros. Nos debe movilizar hacia el servicio y el amor. Es una
condición espiritual que nos orienta hacia el bien. Una libertad que
esté por encima del mero cumplimiento de la ley. Es vivir según el
espíritu que es la consciencia que nos mueve hacia la verdad y el bien.
Como nos dice San Pablo “donde hay Espíritu del Señor hay libertad”
(2Cor 3,18).
También nuestro
festejo de la independencia va unido a la veneración de nuestra Madre
celestial bajo la advocación de Nuestra Señora de Itatí, que nos invita
a tener una mirada de fe hacia la vida, para que nuestra búsqueda de la
libertad y la independencia sea un permanente cumplimiento de la
voluntad de Dios. Y así como la Madre María, podamos ser testimonios
vivos de fe, silencio interior, servicio y entrega generosa. Que desde
una nación libre e independiente logremos que cada persona alcance la
plenitud de la vida y que juntos caminemos hacia la verdadera libertad:
que se basa en el respeto, el amor y la búsqueda permanente de la verdad
y del bien común.
P. Juan Rajimon
Misionero del Verbo Divino
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